Tener una gran idea, relevante, estructurada, diferente, es solo el 50% del trabajo. El otro 50% está en cómo venderla. Muchas ideas se quedan son rechazadas porque no las sabemos, o no las podemos vender. Entender a quién le hablamos al vender una idea es tan importante como entender al consumidor.
Cómo dirigirnos a nuestros interlocutores para presentar una idea, cómo armar nuestra presentación, cómo darle ritmo, en qué momento terminarla y cómo adelantarnos a las dudas o comentarios que quien la tiene que comprar puede llegar a hacer son solamente algunos de los detalles fundamentales que hay que cuidar para garantizar que finalmente nuestras ideas vean la luz y no se queden en el cajón.
Dejemos atrás el cliché de "el cliente es un pendejo". Los clientes compran buenas ideas, cuando las ven. Cuando se las sabemos vender.